¡Otra maternidad (o al menos, otra conversación sobre maternidad) es posible!

Dejo aquí un par de links a textos sobre ¿Dónde está mi tribu? 

El primero, es la columna que ha escrito la escritora Gabriela Wiener en el periódico peruano La República.

Resulta curioso y muy interesante cómo las experiencias propias, hasta con nombres y detalles, se cuelan con asombrosa naturalidad en un texto que, de no tratar un tema así habría sido (probablemente) más, digamos, aséptico. Parece como si el solo hecho de hablar de maternidad y crianza ya empezara a tejer alguna red, por débil que sea.

El segundo, es el texto que preparó Belén Gopegui para la presentación de ¿Dónde está mi tribu? el pasado 26 de septiembre en el Círculo de Bellas Artes y que tiene el maravilloso título de "Insurrección en las secciones de autoayuda". Aquel día me costó disimular a la emoción al oírla hablar. Pensé que los nervios del momento me habrían influido. Ahora lo leo y veo que la sensación es la misma. No era el contexto, pues, sino sus acertadísimas palabras las responsables de toda la carga de emoción.

Y otra vez las experiencias de una se mezclan con las de otras, se enriquecen mutuamente... Al leernos o al oírnos hablar nos vamos animando a hablar más y a compartir más. Y el resultado es una conversación que ayuda a quien participa de ella, que es íntima y social al mismo tiempo, de forma que queda a años luz de los monólogos exhibicionistas a que nos tiene acostumbrados el formato televisivo del testimonio, que tantas veces contamina la mera posibilidad de narrar en primera persona una experiencia vivida (por cierto, merece la pena mirar qué tipo de imágenes te devuelve google cuando tecleas "mujeres hablando"...). Una conversación que, para mí, vuelve a llenar de sentido el viejo eslogan de lo personal es político.

A raíz de la publicación del libro, me estoy encontrando con muchas personas -casi siempre madres, pero también padres- que me cuentan cosas, y lo hacen también así, de una manera que nada tiene que ver con la confesión de intimidades supuestamente profundas a las que a veces nos creemos condenados cuando se trata de hablar de nosotros mismos. ¡Qué alivio y qué gusto que no sea todo soliloquios de diván, como tantas veces parece cuando miras un foro de internet!