Se trata de un tema muy polémico y es fácil que haya bronca (al menos en Internet, un espacio tan propicio para el linchamiento). Generalmente, los sin hijos suelen presentarse como el bando minoritario que se siente injustamente atacado por las hordas pronatalistas, que representarían el bando mainstream y que, muchas veces, aparecen como una legión de borregos adocenados que tienen hijos así porque sí, por tenerlos, tomando a la ligera una decisión tan importante.
Es verdad que, casi siempre, las críticas que reciben los childfree son bastante estúpidas. Hace poco alguien mencionaba en un comentario a este mismo blog la idea de un profesor de la London School of Economics (un tal Kanazawa) de que las mujeres que no se reproducen, por listas que parezcan, son más tontas, porque se estarían apartando del imperativo natural de su especie, como si en términos individuales hubiera algo de inteligente en amoldar tus objetivos vitales a los de tu especie, sin tener en cuenta las circunstancias. Por su parte, el periodista Johnathan V. Last en su reciente libro What to Expect When No One's Expecting critica a quienes no quieren tener hijos por egoístas, por negarse a traer al mundo ciudadanos consumidores que paguen sus impuestos, mermando, para colmo, la potencia militar estadounidense. Por supuesto, siempre hay quien menciona como circunstancia dramática el que sean precisamente las mujeres con más estudios y con la piel más blanquita las más reticentes a procrear, poniendo ese toque de racismo y clasismo que te hacen pensarte muy mucho lo de tomar partido por el bando pronatalista.
Vaya por delante que veo absurdo criticar a la gente que tiene o no tiene hijos por el hecho de tenerlos o no tenerlos. Allá cada uno con sus motivos. Pero otra cosa son los argumentos que se esgrimen en los debates. Tal como yo lo veo, hay algunos malentendidos y algunas ideas equivocadas que siempre orbitan en torno a este tema.
Se nos dice que la normatividad hoy es el matrimonio heterosexual con hijos. Y que todas las presiones sociales empujan en esa dirección, de forma que hace falta mucho valor y fuerza para resistirse a ese rodillo pronatalista. Y que es única y exclusivamente esa presión indeseable la que hace sentirse mal a las personas (quizá sobre todo a las mujeres) que no tienen hijos y se sienten mal por ello (que nos guste o no, las sigue habiendo).
Desde luego, es verdad que la pareja heterosexual con un hijo o dos sigue siendo el modelo estadísticamente mayoritario (aunque va cayendo cada año), y en ese sentido, sí, es la norma. También es verdad que la identificación de la mujer con el papel de madre sigue muy viva en nuestra sociedad y que abunda quien piensa que a una mujer sin hijos le falta algo. Y es innegable que existe un potente entramado ideológico que ensalza ese modelo estandarizado de vida.
Pero lo que todas estas “normatividades” encubren es que existe un entramado ideológico aún más potente que ensalza la comprensión de la persona como cúmulo de preferencias y “me gusta”, que potencia la comprensión de los compromisos como cargas, que identifica la autorrealización con el ocio consumista por un lado y con el trabajo remunerado por el otro, y que entiende la libertad como movilidad y ausencia de ataduras. Y en este entramado ideológico, nos demos cuenta o no, los hijos no encajan.
Por si quedaba alguna duda de la medida en que la realidad social desincentiva la m(p)aternidad, esta “cultura de los solteros” se combina con un escenario de salarios bajos, jornadas laborales maratonianas, clamorosa ausencia de la familia extensa o de redes de apoyo alternativas, espacio público hostil, precariedades varias y, en fin, todo tipo de obstáculos para la vida de madres, padres y críos, que no pueden pasar desapercibidos para nadie.
Visto así, lo que tiene mérito es que de las mujeres nacidas en los setenta, tres de cada cuatro sigamos teniendo hijos (entre las nacidas en los años cincuenta eran nueve de cada diez, una disminución bestial en tan solo veinte años). Y no, no creo que la explicación sea que la mayoría de nosotras seguimos siendo medio tontas y bastante pusilánimes y nos dejamos impresionar por la ideología pronatalidad y sucumbimos a las presiones por amoldarnos a la norma.
Otra idea que se repite muchas veces es que la gente sin hijos es más libre. Sin duda, tener hijos –como cualquier asunción de un compromiso- clausura algunas posibilidades (a mí me lo van a contar). Pero, ¿significa eso que renunciar a ellos te hace más libre? ¿Es que ser libre consiste en mantener todo el tiempo abiertas el mayor número posible de puertas? ¿De verdad pensamos que la ausencia de compromisos nos hace más libres?
Tampoco la idea de que al apartarnos de algo que muchas veces se nos ha presentado como “destino biológico” nos estamos liberando me convence. Si no queremos o sabemos lo suficiente para hablar de instintos o de biología, digamos, con Polanyi, que existen realidades antropológicas duraderas que se perpetúan a lo largo de los milenios –entre las que se cuenta el deseo de tener hijos– y que son previas a nociones políticas como la de libertad. Renunciar a tener hijos no te hace ni más ni menos libre, como tampoco te hace más libre renunciar a tener relaciones sexuales, combatiendo la pulsión sexual que –según creo– nadie niega que forma parte de nuestra naturaleza, o reducir tu ingesta de líquidos a la mitad.
En todo caso, lo que sí nos hace más libres es tomar las riendas. En este sentido, los métodos anticonceptivos y el aborto sí suponen un avance hacia la libertad, al evitar las maternidades por accidente o indeseadas. Como también me parece más libre quien elige cómo, cuándo y con quién tiene relaciones sexuales que quien se comporta como un gorila en celo dejando que el deseo sexual nuble su juicio. O quien tiende a controlar lo que come, sin abandonarse a una orgía constante de gula y empacho.
Sé perfectamente que existen un sinfín de motivos para no tener hijos. Entre ellos, algunos que me resultan muy cercanos y hasta incómodos, en la medida en que comparto los argumentos que los fundan. Creo también que el movimiento de los “sin hijos por elección” aglutina a personas de muy diferentes convicciones y principios. Pero cuando la prensa habla de los childfree la imagen que parece venírsele a la mente a los periodistas que tratan el tema es la de parejas heterosexuales jóvenes, o ya maduras pero siempre de buen ver, sorbiendo un cosmopolitan en la cubierta de un yate. Demasiado ocupadas con una vida hedonista para tener hijos. Personas que han sopesado cuidadosamente los costes y beneficios de la maternidad o paternidad, no les ha parecido que mereciera la pena, y creen que con eso ya lo han tenido en cuenta todo. Personas que huyen de las obligaciones y los compromisos como de la peste y para las que vivir se parece demasiado a meter productos en un carrito de supermercado. Si este es el modelo childfree que triunfa, no me interesa.
No necesariamente se trata de una vida hedonista. Hay muchos motivos para no desear reproducirse. Ello no nos inhibe del derecho (y la obligación) de cuidar porque tarde o temprano nos veremos envueltos e implicados con nuestros mayores. Me temo que la respuesta al childfree tiene otros espacios de proyección que tú consideras. En todo caso el tuyo es un libro importante para pensarnos. Felicidades.
ResponderEliminarMuy buen post, me ha hecho pensar mucho.
ResponderEliminarComo mujer que tiene unos motivos muy claros para no querer reproducirme, siempre echo de menos en este debate (si es que se le puede considerar tanto) una parte: la de los motivos por los que decidir tener hijos.
Parece que sigue presente el mandato de género cuando se critican o entran a valorar los argumentos para no tener descendencia pero nadie se pregunta públicamente cuáles son las motivaciones que llevan a una mujer que tiene actualmente entre 25 y 45 años, que se considera partidaria del cambio social hacia una organzación más igualitaria y justa, y que tiene un trabajo en el mercado laboral, a decidir tener hijxs.
Y no es una pregunta trampa sino genuina curiosidad ya que, desde mi postura personal, no se me ocurre ninguno, más allá de esa cosa un poco épica y literaria de "dejar mi huella en el mundo".
¿Es ese un motivo? ¿Cuál ha sido el tuyo?
Buf, los motivos... En mi caso, y sospecho que en el de otra mucha gente, los motivos que podría darte me temo que serían racionalizaciones poco fieles a una motivación anterior y que me resulta francamente oscura: un profundo deseo de tenerlos que no sé de dónde sale.
EliminarLo que sí sé es que me resisto a identificar esa indefinición de los motivos como una prueba de que me he dejado comer el coco o he cedido a la ideología ambiente. Que no tenga buenas razones que expliquen mi decisión no quiere decir que ese fuerte deseo materno sea espurio, implantado en mi mente por una ideología pronatalista con un fuerte sesgo patriarcal.
Recuerdo que hace algún tiempo una sobrina mía (debía tener 8 o 9 años) les pedía a sus padres un conejo, un hamster, o incluso un pez o un galápago y terminaba diciendo: "lo que sea, pero quiero algo para cuidar". ¿Por qué esa necesidad? Yo qué sé. Igual fue culpa de unos dibujos animados... Pero a veces me gusta imaginar que no es tanto el deseo de tener hijos sino el deseo de cuidar el que tiene una base natural, y el que todos compartimos. Un deseo que, lógicamente, puede satisfacerse de muchas maneras distintas a las de tener un hijo.
Me encanta tu respuesta: "...racionalizaciones poco fieles a una motivación anterior y que me resulta francamente oscura: un profundo deseo de tenerlos que no sé de dónde sale".
ResponderEliminarYo personalmente, q también siento esa pulsión aunque aún no tengo hijos, pienso que viene de los genes. Y como muchas otras cosas genéticas (la heterosexualidad, el oido, la distribución del pelo, la capacidad para distinguir los colores, la sociabilidad...) presenta variabilidad. Es decir, que la mayoría les gusta o les sale una cosa, pero hay individuos a los que no. Y ninguno de ellos debería ser juzgado por ello.
Muy importante, como estás haciendo, pensar estos falsos debates (ser madre porque sí, ser madre porque no) desde otras categorías.
ResponderEliminarPorque es un falso debate el hecho de que una decida no reproducirse jamás y se discuta, y que se deje de discutir el número de hombres que no tienen hijos al final de su vida, sin insertarse las variables económicas en ese fuego cruzado. Sobre mujer y reproducción hay que variar ya el enfoque, la "criminalización", observación y escrutinio de lo que hace cada una con sus óvulos o su "deseo de cuidar" (sobre esto, Carolina, creo que es importante observar ese deseo en diacronía, creo que no es biologista sino directamente mamado en sociedad, pero sólo sospecho). La palabra "libertad" suena muy indecente en un contexto en el que a duras penas tenemos un mínimo control sobre nuestro tiempo, y otros factores.
Como anécdota para reirse un poco: al hilo del reportaje de Time, se han publicado miles de respuestas. Ésta es una de unos padres que se quedan dos semanas sin hijos. Parece aburrido el experimento: http://www.babble.com/kid/13-things-we-did-and-learned-reliving-our-child-free-life-for-2-weeks/
Hummm, después de la entrada y de los comentarios, y al haberte oído hablar en aquellas jornadas de Sevilla, lo que me resulta más abierto de todo es el tema del compromiso. Aparece mucho y de veras me gustó mucho aquello de (algo así como) cargas o sacrificio Vs. compromiso. Desde el momento en que descartas la "huella en el mundo" como dice una, tu deseo de tener hijos por razones "clasistas" como ser una mujer con cierta formación que repartir por ahí o las razones prácticas tipo "futuros ciudadanos adultos que paguen impuestos", el compromiso aparece en los textos principalmente ligado a niños que no han nacido aún y no a contextos de vida, activismo u otras opciones, por ejemplo, que exigen una implicación difícil de conjugar (al menos durante unos años) con la maternidad. El compromiso (colectivo) de cuidar a quien necesita cuidados lo veo meridianamente claro, pero eliminando los factores anteriores, creo que falta eso de cómo se explica con "compromiso" tener hijos. (Repito: no cuidarlos una vez que los tienes, simplemente tenerlos)
ResponderEliminarpues seguramente es un punto ciego. Ciego para mí, quiero decir. No tengo ninguna respuesta. El vínculo compromiso-maternidad para mí (aparte del obvio compromiso de cuidar a alguien a quien has traído al mundo) ha sido el de que sólo la maternidad me ha hecho consciente del todo y a fondo de la importancia del compromiso. Por eso en mi discurso se entrelazan constantemente. Pero seguramente tienes razón, no se me ocurre ningún compromiso (¡como no sea con Darwin!) que impulse a traer hijos a este mundo.
Eliminar¿Y ahora qué hacemos?
EliminarVale, ahora tengo otra cuestión encima de la mesa. Pongamos el caso de un profesor o profesora que necesita tener cierta convicción de que sabe algo que merece la pena enseñar. O, ¡incluso!, que sabe algo por lo que merece la pena hasta pagar. O ¡a lo loco!, que cree sería bueno para mucha gente que se extendiera. Creo que en algunos casos se trataría de iluminados y en otros de gente comprometida y activista, por decirlo de alguna manera.
Yendo más allá de una supuesta superioridad racial y de clase, como se mencionaba, ¿crees que es imposible encontrarle validez a que pueda haber algún tipo de convicción sobre que hay ciertas posibilidades de ejercer una maternidad responsable y de cierto "éxito"? Dios mío, no sé cómo decir esto sin que suene horrible y sin demorarme tres párrafos más, pero aún así espero que me entiendas. Si no, estoy dispuesta a volver a intentarlo. Pero pensemos, para empezar, por ejemplo en "estoy dispuesta a COMPROMETERME con el cuidado de mis hijos. Y creo que es bueno que se extienda la maternidad comprometida". ¿Crees que no tiene ninguna validez? No estoy convencida de que de veras podamos aplicar un relativismo extremo en todo esto.
Si no llegamos a un acuerdo, me quedo con el compromiso con Darwin :-). Un abrazo.
Bueno, no me parece que sea ninguna chaladura lo que dices: yo una vez intenté convencer (sí, lo confieso) a una persona de que tuviera hijos con el argumento de que, dado que era buena, lista y simpática, y su novio era bueno, listo y simpático, sus hijos sin duda contribuirían a mejorar el mundo. Pero ahora que soy madre y veo lo incontrolable que es todo, ya no me atrevería a usar un argumento así.
EliminarEn cuanto a la mera idea de extender la maternidad comprometida como forma de mejorar el mundo, no creas que no me gusta. Pero tiene también sus ambigüedades. Como decía F. Bacon, "quien tiene mujer e hijos entrega rehenes al destino" (olvidemos lo de la mujer...), lo que yo traduzco a lo bruto como que ya no puedes echarte libremente al monte a luchar por algo (o irte de cooperante a un país remoto, o...). O sea, que si insistes en analizar la decisión de tener hijos en términos de compromiso, supongo que es cuestión de estudiar qué forma de mejorar el mundo está más al alcance de tu mano en un cierto momento... Ulrike Meinhof pensó que hacía más bien luchando en la Facción del Ejército Rojo que como madre comprometida. Supongo que en este caso el fallo (en términos de compromiso: no entro a valorar su decisión en otros aspectos) fue que lo pensó después de haber tenido a dos crías... Pero me temo que esto (por mi parte, ¿eh?) empieza a parecerse demasiado a una conversación de bar tras varias (muchas) cañas.
Si el bar es el que trae los yoconfiesos, ¡viva el bar! Creo que hay varios más que pueden aparecer, en realidad... Pero bueno, ya me espero al siguiente post, al libro o a un encuentro real frente a esas (muchas) cañas, si un día nos dejan los compromisos. Un abrazo.
EliminarOhhhh ¿es posible que por fin haya encontrado un diálogo serio sobre este tema en la red, un coloquio virtual en el que lxs participantes no se tiran a degüello a por el "contrincante"? Algunas de las discusiones más áridas que he tenido con mi nena de 14 han sido sobre este tema. Es muy buena argumentando sobre esto (y sobre todo en general). Un día me sorprendió con la afirmación contundente de que no iba a tener hijos. Yo le dije: "ya cambiarás de opinión cuando te enamores", y se enfadó mucho conmigo (con razón). Su exposición planteaba que la decisión era firme y fundamentada: tenía muchas cosas que hacer, muchos libros que leer, muchos países que visitar, y eso era incompatible con la crianza. "Mírate tú" me dijo "siempre quejándote". Ahí me dejó bastante muerta. Así que decidí que, en mi próxima vida, o encuentro una buena razón para tener hijos o me uno al movimiento Childless.
ResponderEliminarA mi me molesta un poco del tratamiento (periodístico) de los “Childfree” (que suena a “sugarfree”, a “fatfree”, es decir, a etiqueta de supermercado) suele ser bastante tonto. La portada de Time, por ejemplo: a mí esos dos me caen mal. Lo peor de todo es que no sé si pretenden parecer unos frívolos, o quieren convencerme de que molan. Me pasa a menudo con estas cosas ; a veces se usa como eslogan lo que a mi me parece una crítica demoledora. Me da la impresión de que en este tipo de reportajes ( solteros felices, mujeres que lo petan en los negocios y madre solteras que lo ultrapetan en los negocios…) todo parece orbitar en torno a la independencia y la libertad y las relaciones desaparecen. Igual ellos son superindependientes, pero si pueden hablar, su entorno no lo ha sido. Mi impresión es que para explicar lo que son deberían mencionar todo lo contrario a la independencia: hola, soy madre soltera que lo peta en los negocios (o soy varón, me da igual) y tengo que agradecer a mis padres que me cuidaron y me pagaron el master, a fulanito que me cuida los niños, a menganito que me plancha etc. Es decir, quizá hay independencia, pero lo que hay sobre todo es una tupida red que te permite ser “independiente” y que no se suele mencionar. Eso por un lado y sin entrar a hablar de la equivalencia discutible entre libertad e independencia (yo también creo que soy infinitamente más hedonista de lo que fueron mis padres). Me pasa mucho ver una peli de cualquier cosa y estar preguntándome ¿pero con qué dinero se paga el master? ¿cómo consigue cambiar de profesión? ¿nunca se pone enferma? ¿quién le cuida al niño? ¡ y eso que no tengo hijos! Al cine que menciona estas cosas se le llama cine “social” Como si hubiera dos realidades conviviendo juntas la social y la asocial. Dicho esto creo que me he desviado un poco del tema, lo siento, sólo quiero volver a añadir que me da mucha rabia la portada de Time, y añadir que a veces tanto la postura Pro-niños como la “Childfree” resultan excesivamente gruesas y paródicas si no se amplía el prisma y se contextualiza evitando portadas como esa (y comentarios como el de Kanazawa)
ResponderEliminarNo sabía que huir de las obligaciones y los compromisos, es malo, yo no quiero hijos porque no quiero obligaciones ni compromisos. Pero eso no significa que no las tenga ni las asuma, el mayor compromiso y responsabilidad es conmigo misma. El tema de que somos hedonistas ya está muy gastado, pero me pregunto que de malo tiene, si es la vida que has elegido?, no estabas hablando de libertades?.Cada quien vive de acuerdo a su escala de valores. No sabía que tener hijos te libra automáticamente de ser hedonista.
ResponderEliminarYo creo que tu misma lo dices a tu entrada: el mundo de madre - hijo es claustrofóbico, impide cualquier otro compromiso casi por completo u obliga a la heroicidad y a no hacer nada bien, en fin, que en el mundo actual, no encuentro ninguna razón para tener hijos. Creo que el oscuro deseo es fuertemente cultural y que el compromiso de cuidar es suficientemente amplio tanto para mujeres como para hombres, como para que la maternidad sea una opción más, muy importante desde luego, puede que más que la actividad laboral a la que dediquemos nuestra vida o a nuestros valores adquiridos, pero solo una opción. El origen del deseo es desde luego oscuro y muy variable según circunstancias culturales, sociales, raciales, sexuales.....
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