miércoles, 19 de octubre de 2016

¿NIHIL OBSTAT?

El Congreso acaba de aprobar una propuesta para igualar los permisos de maternidad y paternidad. Que quede claro que soy partidaria de esta medida. He firmado varias veces a favor de esta iniciativa y he respetado siempre el trabajo de la PPIINA.

Para mí, el argumento básico a favor es que la ley no debe discriminar a los padres que desean comprometerse en la crianza de sus hijos, por más que no sean, todavía, una mayoría, y por más que no exista en la calle un movimiento de base a favor de esta legislación.

También está el argumento, en absoluto desdeñable, de que evitará al menos una parte de las fuentes de discriminación de la mujer en el ámbito laboral.

Y además, le veo un potencial interesante de transformación social. No me extrañaría nada que una parte de ese grupo de padres que, por principio, se sienten menos implicados en la crianza de sus hijos, descubran, al ver ampliarse el tiempo que pueden dedicarles, las mismas cosas que hemos descubierto algunas mujeres durante nuestros permisos. Esas cosas que nos han llevado a muchas a reclamar aún más tiempo con ellos, a defender nuestro derecho a implicarnos aún más en su crianza y a rechazar aún más el horizonte del mercado laboral como única vía a la realización personal.

Y por ahí es justamente por donde vienen mis quejas: ¿cuántos años llevamos las mujeres luchando por una ampliación del permiso maternal? De las misérrimas 16 semanas de nuestra legislación hasta las 20, las 24, las 32 o incluso más, han sido numerosísimas las iniciativas que se han sucedido a lo largo de los años reclamando más tiempo con nuestros hijos. Este amplio movimiento de mujeres ha sido sistemáticamente ninguneado no solo por los poderes públicos, que siempre recurren al omnipresente “no hay dinero” sino, lo que me parece más grave, por un sector importante del movimiento feminista que parece seguir enfangado en visiones trasnochadas según las cuales la maternidad y la crianza son solo lastres y lugares de opresión y sacrificio. Y eso es lo que me fastidia de lo relativamente rápido y fácil que ha pasado esta propuesta de ampliación del permiso paternal impulsada por la PIINA. Una iniciativa extraordinariamente bien recibida por distintas fuerzas políticas que, sin embargo, cuenta con una base social bastante escasa. Sospecho que esta propuesta ha sido tomado en serio por dos motivos: en primer lugar, porque no era una reivindicación exclusiva o fundamentalmente de mujeres y, en segundo lugar, porque contaba con el nihil obstat de ese sector del feminismo viejuno y dogmático que ha perfeccionado con el tiempo su funcionamiento como lobby.

Este lobby siempre ha expresado sus reticencias ante las reivindicaciones de ampliar el permiso de maternidad (y aún más si sus argumentos hacían referencia a las recomendaciones sobre lactancia de la OMS y las distintas asociaciones de pediatría), por considerar que depreciaría aún más la posición de la mujer en el mercado laboral, ignorando sistemáticamente la voluntad de una mayoría de mujeres que, en efecto, sufren discriminación en el empleo por sus maternidades y, aun así, siguen pidiendo bajas más largas. Esas mismas mujeres que no ven que se haga prácticamente ningún esfuerzo institucional en la lucha contra su discriminación en tanto que madres –ni inspección laboral, ni multas, ni nada por el estilo; no digamos ya soluciones más imaginativas– que no pase por exigirles tácitamente que renuncien a su maternidad o la externalicen de algún modo. Esas mismas mujeres que ven cómo la dedicación maternal ha pasado a convertirse en un lujo, en una cuestión de clase que pocas veces se aborda como tal.


 La verdad es que estoy harta de que cualquier medida con la que se pretende avanzar hacia una sociedad que respete el derecho a cuidar y a recibir cuidados sea sistemáticamente subsumida en la agenda de la lucha por la igualdad de género en el ámbito laboral.

2 comentarios:

  1. No hay objeción, en cualquier caso yo defendería un aumento de semanas proporcional, tanto para las madres como para los padres, quien tenemos hijas e hijos sabemos que por lo menos dos años, pero claro no es suficiente, habría que cambiar los servicios públicos, los espacios urbanos, la cultura adultocéntrica de bares, restaurantes, cines, teatros, horarios, progrmaciones, bibliotecas,... sin guajes.

    saludos.

    Marta

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  2. Hola, me gustaron tus palabras en la 2 después de ver la película de Archero Mañas, y me he dedicado esta mañana a buscarte en la red.
    Me parece tu aportación que hace reflexionar sobre un tema de vital importancia en la sociedad.
    Muchas gracias.
    Un saludo.

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